El cúmulo de sensaciones que podemos apreciar en los vinos debe de complementarse con los sabores de los platos, proporcionando sensaciones más agradables. Esta combinación la podemos realizar en armonía o por contraste entre vino y plato.
Para evitar las incompatibilidades entre vinos y platos, indicaremos algunas reglas generales, que pueden servir de guía para combinarlos juiciosamente y con éxito:
Cuando en una comida se beba solamente un vino se debe escoger el que vaya bien con el plato principal. De ser así se debe elegir un vino sencillo, de cuerpo y grado alcohólico medio.
Para las comidas sencillas sin salsa, tanto con carnes (no de caza) o pescados van muy bien los vinos blancos y tintos jóvenes ligeros.
Para completar toda una comida basta con cuatro vinos, blanco, rosado o cava para las entradas y el pescado, dos tintos para los paltos fuertes y el queso y un vino dulce para los postres.
Se podría hablar mucho de las combinaciones entre plato y vino. De todas formas, daremos algunas sugerencias, que pueden ser adecuadas, para unir los vinos con las agrupaciones culinarias más características de la cocina:
Para los entremeses podemos tomar desde blancos con cierta estructura y poco aromáticos de Rueda y Penedés hasta vinos más potentes como finos y manzanillas o
blancos con crianza, incluso cavas jóvenes.
Con los mariscos, blancos jóvenes, finos, manzanillas, espumosos y vinos de agujas.
Para los platos fríos, blancos aromáticos y generosos.
Para las sopas, dependiendo de su consistencia y suavidad, podremos beber blancos suaves, manzanillas, amontillados no muy viejos, olorosos o tintos jóvenes de uva Mencía o Monastrell.
Para los arroces, tintos secos o rosados carnosos, espumosos con crianza y blancos fermentados.
Para los pescados, dependerá mucho de su elaboración y consistencia. Desde espumosos frutales, blancos ligeros, blancos fermentados en barrica, cavas de larga crianza y hasta tintos jóvenes aromáticos.
Para los platos de carnes, ternera, vaca y cerdo, siempre con tintos salvo contadas excepciones como los fiambres, que se toman con blancos fermentados en barrica o crianzas o las aves de corral, con cavas con crianza.
Para los asados y carnes de caza, tintos complejos y con mucho cuerpo.
Para los quesos, rosados, tintos ligeros y de cuerpo.
Con los postres dulces, vinos dulces generosos, licorosos y cualquier vino rancio.
Con los helados, vinos dulces o abocados muy alcohólicos.
Para la fruta, un espumoso muy frío.